El ancestro más lejano del hombre era un pequeño roedor, más chiquito
que un ratón común, y fue el primer mamífero que habitó en el planeta,
hace varios millones de años. Desde ahí, han sido varios los escalafones
en la evolución humana hasta llegar a ser homo sapiens sapiens. Sin
embargo, hubo muchos hombres que se quedaron...
a medio camino entre una
cosa y otra. Hay cromañones, hay neandertales y, peor aún, hay quienes
siguieron siendo unos animales. Esta es una pequeña guía para que
aprenda a distinguirlos y a cuidarse de aquella fauna de hombres que
nunca evolucionó.
PICAFLOR:
Aparentemente hermoso y
decorativo, este animal puede resultar una pequeña plaga. Su constante
aleteo, que es al comienzo un elegante baile de seducción a las más
hermosas flores, resulta después de un tiempo un zumbido desesperante,
que no haría ni un panal de abejas entero.
Eso sí, es un animal
muy hábil. Lo que hace es que saca su delicada lengua y ellas abren los
pétalos y dejan que él chupe todo el néctar que tienen. Una vez la pobre
flor no tiene nada más que ofrecer, el abominable pájaro se va a otro
lado a repetir la operación. No descansan, no se quedan quietos y no se
demoran mucho en ningún lugar y, a pesar de su enorme eficiencia en
chupar y chupar, nunca se encuentran satisfechos.
EL PERRO:
Como
su par de cuatro patas, este es el tipo de hombre más común. Se
encuentra prácticamente en todos los hogares. No está contento si no se
da su vuelta diaria para hacer sus necesidades por todo el barrio. Marca
territorio, se cree el macho alfa de la manada y va dejando perritos
regados por todo el mundo, muchas veces sin saberlo. El perro es leal,
dirán muchos, y es cierto. Luego de sus andanzas, siempre regresa a su
casa, pero no por amor sino porque ahí es donde le dan de comer.
Uno
puede ponerse furioso y castigarlo, pero cuando hace cara de perrito
regañado produce una ternura contra la que es difícil pelear, así que
inevitablemente uno termina tirándole un hueso y dejándolo dormir en la
cama. Existe un tipo de perro que es mucho más peligroso: el perro
callejero. A él lo que le gusta es ir a buscar en la calle, siempre con
muchos amigos de su estirpe, todos los placeres que ella puede ofrecer.
Ese casi nunca tiene casa y, cuando la tiene, va muy de vez en cuando,
sólo cuando cree que necesita un baño y mucho descanso de sus andanzas.
EL LAGARTO:
Este
espécimen no produce tanto asco como miedo. Su bocaza siempre está al
acecho de una nueva víctima. Cuando se encuentra quieto uno siente ganas
de acercarse, atraído por su mirada vacua y su aparente calma, pero es
un engaño.
El lagarto caza de esa forma. Ayudado por todo su
cuerpo, y con una habilidad asombrosa y una rapidez increíble, el
lagarto envuelve a su víctima sin que ella sepa qué fue lo que le
ocurrió, y cuando se da cuenta ya es demasiado tarde. Todo el mundo, sin
embargo, sabe detectarlos y huir de ellos. Su presencia, simplemente,
espanta al más valiente.
Es un animal de sangre fría,
calculador, astuto y que se sabe mover en lugares difíciles, como
pantanos podridos, gracias a la excelente visión que tiene para detectar
y esquivar obstáculos.
EL LOBO:
Fabuloso ejemplar que, a
diferencia del lobo del mundo animal, no está en vías de extinción sino
que se reproduce con increíble facilidad. Como el lobo estepario, por lo
general tiene un grueso peluche sobre sus hombros, aun en las
temperaturas desérticas. Los colmillos, en lugar de estar en la boca,
los tiene colgados de un cuerito roñoso alrededor del cuello o las
muñecas, pero las uñas sí están en las manos y son, como las de los
lobos, fuertes y puntudas.
El lobo sobrevive cómodamente en
cualquier hábitat y en cualquier clima, aunque prefiere los trópicos. Es
endogámico, es decir, que le gusta mezclarse con las de su especie.
Siempre se sentirá atraído hacia todo lo que brille y lo que haga ruido,
por lo que es fácil capturarlo, o evitarlo, según se prefiera.
Como
no es brillante, el pobre no sabe que es un lobo. Siempre cree que es
un tigre. Es importante no sacarlo de su engaño porque puede llegar a
ser agresivo si se siente atacado.
GARRAPATA:
Este aterrador
animal se instala sin que uno se dé cuenta. Se mete en la piel y uno no
siente sino una leve rasquiña. Pero es dañino, está siempre pegado, y
termina chupándole la sangre y la energía.
Es bien difícil
librarse de una garrapata. Son parásitos que lo único que quieren es
aprovecharse de uno para conocer el mundo, porque a donde uno vaya,
ellos están ahí. Sin embargo, son cortos de visión, así que si uno les
pone cualquier cosa caliente al frente, ellos salen, convencidos de que
es otro cuerpo anfitrión al cual se puedan pegar y listo, uno queda
libre.
Lo único malo es que mientras más tiempo dure la garrapata ahí adherida, mayor será la cicatriz.
EL BURRO:
Uno
se lo aguanta porque, si no ha sido castrado, puede llegar a ser un
animal portentoso. Sin embargo, el burro (que, como los lobos, también
abunda) es lento, terco, malhumorado y, como su nombre lo indica, una
bestia. Sólo sirve para procrear y para cargar cosas, actividades ambas
que hace cuando le da la gana. Un burro no puede forzarse a hacer nada a
punta de golpes e insultos, porque la cantaleta les entra por una oreja
y les sale por la otra. Para que el burro funcione como uno quiere hay
que darle siempre algún regalo.
Como es una bestia muy primaria,
el burro se conformará con cualquier trozo de bocadillo que uno le
ponga al frente a manera de cebo. El burro empezará a andar, llevará
cargas pesadísimas a donde uno quiera, siempre y cuando tenga la
recompensa por delante y sea inalcanzable para él. Al final, si el
trabajo quedó bien hecho, se deberá premiar con su regalito para que el
burro quede contento y no lo mande a uno lejos de una patada.
Si
uno logra domesticar al burro, resulta de enorme utilidad. No se cansa
nunca, no se queja jamás y es lo suficientemente dócil como para no
rebelarse. Hay que tener cuidado, sin embargo. Hay un dicho muy famoso y
muy cierto: burro viejo come pasto verde.
EL PULPO:
Tal vez
el más inofensivo de todos, pero al mismo tiempo el más repugnante. Su
tacto baboso y sus ventosas se pegan quitándole el aire a su presa. Los
tentáculos, que no parecen ocho sino veinte, pueden meterse en los
lugares más recónditos a unas velocidades sorprendentes.
El
pulpo doméstico está acostumbrado a vivir en un acuario, así que no
siente vergüenza de realizar estos movimientos frente a cualquiera que
pase por ahí, bien sea con su pareja o con cualquier otra que se
aparezca. Está en su naturaleza ser curioso, llegar al fondo del asunto y
no soltar hasta no obtener lo que desea.
Hay una variante del
pulpo común que es el pulpo futbolero, el pariente del famoso y ya
fallecido Paul. Este pulpo se la pasa el día entero aferrado a uno u
otro escudo de un equipo de fútbol, haciendo predicciones para el
deleite de sus amigos y seguidores.
RATA:
Abominable y
mañoso roedor, que recurrirá a las más asquerosas artimañas para
robarles a los demás. Una rata no respeta propiedades, es un bicho sucio
y que lo mismo le da si lo que roba es comida fresca o en estado de
putrefacción. Tampoco discrimina si esa comida acaba de salir de un
restaurante elegante o de un chuzo de esos donde paran los borrachos. La
rata come lo que sea, a todas horas, y con frecuencia lo agarra justo
frente a las narices de todos.
Son fáciles de reconocer, porque
son animales escurridizos y taimados. Los ojillos perturbadores de las
ratas siempre parece como si ocultaran algo y tienen una capacidad
asombrosa para esconderse durante días enteros. Eso sí, la ventaja es
que caen en trampas muy tontas, atraídos siempre por la promesa de
cualquier mendrugo que uno les quiera dar. La única forma de atraparlos
es así, con trampas. Y el único objetivo al atraparlos debe ser el de
sacarlos de la casa.
Uno nunca domestica un animal como la rata.
Le enseña comportamientos, hace experimentos con él, puede encerrarlo
durante días y hasta parece a veces como si estuviera disfrutando todo,
pero a la primera oportunidad que tiene, se escapa y vuelve a merodear
por todas partes, porque siempre será fiel a su temperamento ladrón y a
su necesidad de independencia.
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