18 de diciembre de 2010

LAS BACTERIAS Y SU GRANDEZA OCULTA

A pesar de los abrumadores avances científicos, el ser humano desconoce o, en el mejor de los casos, ignora, la realidad que no se ve sin un microscopio de por medio. Más aún si esa realidad habita en los océanos. Eso cree Carles Pedrós-Alió, que pregona desde hace años la descomunal función biológica que millones de bacterias y minúsculos organismos...
desempeñan en favor de la sostenibilidad del Planeta. «Vivimos en una realidad sesgada porque sólo prestamos atención a los animales que percibimos a simple vista», aseguró ayer el profesor de investigación del Departamento de Biología Marina y Oceanografía del Institut Catalán de Ciències del Mar, durante una conferencia que ofreció en el Acuario de Gijón con motivo del III Día de les Ciencies Asturianes.

«En términos absolutos, sería mucho peor para la Naturaleza que desaparecieran los microorganismos marinos que las ballenas», sentenció el científico durante su exposición, ante un nutrido auditorio que abarrotó el salón de actos de la gran pecera municipal. Antes, había hecho una comparativa para concluir que la biomasa de los aparentemente insignificantes seres que habitan todos los mares es equivalente a la de 560 millones de cetáceos. «El número de organismos que vive en un metro cúbico de agua sería igual a la cantidad de árboles que formasen un bosque del tamaño de México», señaló.

En este sentido, Pedrós-Alió destacó que las bacterias son las encargadas de la mitad de la producción primaria de aire en la Tierra y posibilitan más del noventa y cinco por ciento de la respiración marina. A pesar de ello «son las grandes desconocidas», ya que aún no se ha determinado ni tan siquiera cuántas especies existen. «Las aproximaciones son tan poco precisas que se mueven entre un millón y mil millones de tipos de bacterias. Queda un mundo por descubrir», apuntó el científico, que no ocultó «la gran dificultad que supone identificar» cada una de esas clases.

«El principal problema es que resulta muy complicado realizar cultivos puros de bacterias marinas, por eso nos vemos obligados a recurrir a métodos micronucleares, que nos permitan conocer el RNA ribosómico», explicó, antes de señalar que, desde este punto de vista, «un hongo es más parecido a un ser humano que la mayoría de los microorganismos entre sí».

Después, el investigador catalán hizo un breve repaso de la labor de Craig Venter, uno de los impulsores del descubrimiento del genoma humano. «El orden descubridor que nos queda por delante es de una magnitud enorme, porque aún quedan miles de millones de posibles aplicaciones sobre la investigación microbiana en el mar», destacó tras una breve explicación sobre las técnicas de secuenciación masiva que se ejecutan en la actualidad en el Observatorio Microbiano de la Bahía de Blanes, un centro donde ya se han analizado «a más de veinte mil individuos», a pesar de que no haber recibido apenas ayuda pública. «Nos dieron un congelador y, la verdad, nos pareció bastante», bromeó el experto.

Todos estos argumentos, que Pedrós-Alió engrasó con ingeniosos comentarios, agradaron mayoritariamente a los asistentes al coloquio, entre los que se encontraban un buen número de alumnos universitarios, la alcaldesa de la ciudad, Paz Fernández Felgueroso, y la concejala de Medio Ambiente, Dulce Gallego. «Entre todos, tenemos que darles publicidad a los microorganismos, no quiero que cuando se vayan a su casa, se olviden de ellos y sólo piensen otra vez en los mamíferos», dijo el conferenciante. «Muchas personas dirán que es difícil recordar los extraños nombres de seres que ni siquiera ven. ¿Acaso no saben los niños lo que es un Tiranosauro Rex, un animal con un nombre también muy complicado y que nunca jamás han visto ni verán?», se preguntó entre las risas de los presentes.

«Además, las bacterias no tienen una clasificación tan simple como la de carnívoros o herbívoros, sino que, algunas, hacen cosas tan extrañas como respirar arsénico, fabricar depósitos de oro o comer roca», continuó. A continuación, alegó que «no es normal que tengamos un catálogo con todos los seres astrológicos que podemos ver y que, sin embargo, ignoremos los seres vivos con los que compartimos nuestro espacio». El catalán animó finalmente a todos los asistentes a sumergirse en la «microvida» marina, «un mundo apasionante y lleno de misterios».
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