22 de noviembre de 2009

>Peces transgénicos;


¿La ingeniería genética puede evitar el expolio de los océanos? ¿O será que estamos ante una catástrofe aún mayor?

El objetivo suena seductor: manipular genéticamente los peces de forma que no sólo crezcan mucho más rápido que las especies convencionales, sino que además estén resistentes a las enfermedades y, por si fuera poco, al frío. Los progresos de la genética permiten que estos deseos, que hace poco tiempo parecían utópicos, pueden convertirse en...
realidad. Ahora los científicos ya no se limitan a modificar los genes propios de las especies en cuestión, sino que introducen genes de otras especies –incluso genes humanos- en los animales o plantas. Si un organismo es dotado de genes de otra especie se le denomina transgénico.
Investigadores de todo el mundo trabajan en la cría de peces transgénicos para satisfacer la creciente demanda. Además de truchas y carpas, su interés se centra sobre todo en el salmón atlántico. En el año 2005 se capturaron a nivel mundial más de 93 millones de toneladas de pescado y mariscos, además de 50 millones de toneladas producidas en acuacultura.
Ahora una cría rápida y fácil de animales transgénicos podría, según sus defensores, ralentizar o incluso frenar la sobrepesca de los océanos.
Hasta ahora sólo se comercializaron peces cebra transgénicos. Los animales fluorescentes desarrollados por la Universidad de Singapur se pueden adquirir en Taiwán desde mediados de 2003. En Estados Unidos, los amigos de los acuarios pueden deleitarse desde 2004 con el llamado "GloFish"; igualmente se trata de peces cebra que brillan gracias a un gen de una anémona de mar.
Peces transgénicos que desplacen las especies autóctonas
Ahora parece que también la cría comercial de peces transgénico para el consumo en todo el mundo no se hará esperar mucho. Para evaluar los posibles riesgos, científicos de la Universidad de Gotemburgo (Suecia) estudiaron los animales transgénicos por encargo de la Unión Europea. El enfoque central estaba en las consecuencias que puede tener la liberación accidental de los peces transgénicos sobre las poblaciones naturales. Los resultados del estudio son alarmantes: hay que suponer que los peces transgénicos –una vez liberados en el medio ambiente– desplazarán a los peces autóctonas. Sería una consecuencia totalmente lógica; al fin y al cabo, la variedad transgénica fue creada para ser más resistente que sus congéneres naturales.
Los genes de otras especies con los que cuentan los peces transgénicos hacen que también toleren temperaturas más frías. Bruscos cambios de la temperatura que amenazan a las poblaciones convencionales apenas son un problema para los peces transgénicos. Además, su crecimiento más rápido les da ventajas en la competencia por los alimentos y el hábitat. Por último, los peces transgénicos poseen otra ventaja al estar inmunes contra determinados venenos gracias a la manipulación de sus genes. Esto, a su vez, es un problema para el consumidor: peces altamente contaminados podrían llegar al comercio.
Aunque los peces transgénicos despiertan la esperanza de proteger a las poblaciones naturales contra la sobrepesca, esta moderna forma de cría requiere sumo cuidado. Por eso los científicos del equipo de Fredrik Sundström, de la Universidad de Gotemburgo, aconsejan criar los peces transgénicos exclusivamente en acuaculturas estrictamente controladas en el interior, lejos del litoral.

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